sábado, 14 de febrero de 2009

(...) De verdad que no entiendo por qué los locos protestan por estar encerrados. En el manicomio la gente puede arrastrarse por el suelo, desnudarse, aullar como un chacal, hacer animaladas e incluso morder. Si se comportaran así en otro lugar, alguien se podría sorprender, pero en el manicomio resulta lo más natural del mundo. Ni los socialistas han soñado nunca con tanta libertad como la que aquí se disfruta. Cualquiera se puede hacer pasar hasta por Dios o por la Virgen o por el Papa o por el rey de Inglaterra o por Su Majestad el emperador o por san Venceslao, si bien a este último lo tienen siempre atado con una cuerda, desnudo y aislado del resto. (...)

(...) El camino espinoso del pecado, tarambanas, es la senda de la lucha contra los vicios. Sois hijos de pródigos que preferís revolcaros en la celda que dirigiros al Padre. Fijad la mirada allá y venceréis, la paz se establecerá en vuestras almas, canallas. Ya basta de sonarte la nariz, sí, a ti te lo digo, el de allí detrás; no eres un caballo de establo, estás en el templo de Dios, ¿entendido? Os lo advierto hijitos. A ver, ¿dónde me he quedado? Ah, sí en la paz del alma, eso mismo. Recordad, bobos, que sois personas y que habéis de mirar más allá de las tinieblas para daros cuenta de que aquí todo es temporal mientras que Dios es eterno. ¿Está bien, verdad, señores? Yo tendría que rezar por vosotros día y noche, pandilla de malvados, para de Dios misericordioso vertiera su alma en vuestros corazones fríos, necios, más que necios, para que fuerais suyos hasta en la eternidad y para que os quisiera. Pero su creéis que lo haré, os equivocáis del todo. Yo no os llevaré al paraíso. -El capellán eructó-. No, no os llevaré allí. (...) ¿Lo habéis oído, los de allí abajo, los de los calzoncillos? (...) Y aquel que mastica como si sus padres fueran rumiantes y los de al lado se buscan piojos en la camisa, todo esto en el templo de Dios. ¿No os podeis rascar en casa?, ¿lo tenéis que hacer aquí, durante la misa? Carcelero, usted tampoco se preocupa de nada. ¡Y eso que sois soldados y no unos vulgares civiles! ¡Comenzad a buscar a Dios, hostia, los piojos ya los buscaréis en casa! Con esto he acabado malnacidos, y os pido que durante la misa os comportéis como personas educadas y que no pase como la última vez, cuando los de atrás cambiaban la ropa interior por un trozo de pan y se lo comían durante la elevación.

(...) - Algunos científicos explican la guerra como consecuencia de las manchas solares. La aparición de una de esas manchas predice que algo horrible está a punto de suceder. La conquista de Cartago...

- A paseo tu erudicción, sabiondo- lo interrumpió el sargento-, más vale que barras la sala, hoy te toca a ti. ¡Qué nos importan tus malditas manchas solares! ¡Aunque salieran veinte, que más da!

- Las manchas solares tienen una gran impotancia, sí señor- intervino Svejk-. Una vez apareció una de ésas y aquel mismo día me dieron una paliza en la taberna de Banzet, en Nusle. A partir de entonces, casa vez que quiero salir busco en el periódico si ha vuelto a aparecer una mancha. Y si ha salido alguna, no señor, yo no me muevo de casa. Sólo así he sobrevivido. Cuando un volcán destruyó toda la isla de Martinica, un profesor escribió Política nacional que, desde hacía tiempo, había advertid a los lectores de que había una gran mancha solar. Pero Política nacional no debía llegar a tiempo de aquella isla, mala suerte para sus habitantes.
(...)

Las aventuras del buen soldado Svejk

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