martes, 1 de marzo de 2011


Con astillas entre los dientes, se calentaba junto al fuego helado. Su lengua arrastraba dos mundos enteros. Entre sus uñas se escurría el tabaco silencioso del desierto. Sus párpados se hundían incrustándose en la tierra vacía y negra. Su mente gritaba en las calles estrechas y maltrechas, siempre sin soledad. Pero nunca, miró hacia el mar.