martes, 5 de agosto de 2008

Rehenes

I

Una mirada, sólo te pido una mirada. Flemática, veloz o incluso, fugaz, me da igual. Eso sí, te pido que tenga algo de reflexión. Para eso sirvo ¿No?

He estado aquí siempre y nunca me la cediste. Ibas por ahí dándote leñazos por la vida y tan siquiera se te ocurrió que yo pudiera servirte de ayuda, por no decir que yo era la solución a tus problemas. No hubieras terminado en la miseria, arrastrándote como ser inmundo, repugnante y despreocupado que eres.

Yo mientras, aburrido, jugando con las musarañas que de vez en cuando correteaban por este cuchitril. Sí, me agotas, me fastidias, me empalagas, ¿por qué me habrá tocado a mí, precisamente, la persona más jodidamente predecible del planeta? Que si ésta no me quiere, que si esto no está a mi nivel, que si mi hermano se suicidó y ¡ay! Que penita me doy… Bla, bla, bla… Es siempre la misma historia.

Oye ¿Me estás escuchando?

II

Tras nueve horas de sueños, Juan se había despertado cansado. Pensó en todo el día que le quedaba por delante y suspiró. “No es justo, quiero tener vida.” Se vistió, hizo un amago para parecer aseado, cogió las llaves y cerró la puerta con la mirada apenada. “Ahora a escuchar sandeces de los pacientes de siempre”

Arrancó su viejo Renault y emprendió una jornada más. Antes salir a la A-92 hacia Granada, aparcó el coche en doble fila y se dirigió a su acostumbrado quiosco.

Tú, ser inmundo, ¿por qué no cambias de quiosco si la quiosquera te cae mal? Puede pasar, no tienes porqué ser el hipócrita de siempre. Bueno veo que para variar, a palabras sabias, oídos sordos…

Buenos días Juan, ¿cómo les va a Aire y la pequeña?

Bien, bien

Hace una semana que no veo a Aire. La última vez que la vi me recomendó un artículo que había escrito, ¿lo has leído?”

No, oye, ¿me cobrarías también esta revista?

Sí, sí. Pues Juan, no lo leas, te deprimirías, Aire, sin duda, no era una mujer para ti. ¿Ya tienes pareja?¿te acuerdas de mi cuñada? el otro día preguntó por ti. Sabes bien que te pega y es de lo mejorcito que hay.

¿Cuánto es, Linda?

Cinco euros con diez. Llámame si te interesa. Toma, te escribo el nombre sobre la revista. Por cierto, ahora está muy guapa.

Adiós Linda.

La quiosquera lo observó alejarse. Caminaba cabizbajo y arrastrando los pies. “Pobre hombre, todavía en los veinte y tan viejo”

En cuanto Juan accedió a la A-92, encendió la música lo más alto que pudo y cantó sus canciones preferidas.

Cállate ya de una vez, tus gallos me están matando.

III

Al llegar a su consulta lo primero que hizo fue sentarse en su despacho, con su cortado, su periódico, y ese día, su revista. En primera portada “¿Cómo podemos evitar las rutinas? Dale tiempo a lo necesario en tu vida”

Parece mentira, ¡ahora te echas a la autoayuda!, que triste que eres hijo mío.

Juan suspiró con fuerzas y reparó en el número de teléfono que le había escrito Linda. “Zoe se llama, Mm…, quizá sea buena idea, aunque la última cita no salió muy bien”

Tú siempre a lo fácil… no cambiarás. Además, te comportarás como siempre. Un antro en vez de un restaurante. Interrogatorios múltiples. Confesiones íntimas. Y finalmente no atreverás a llevarla a casa. O bien te pasará como la última vez… ¿a quién se le ocurre? En medio de una cena hablar de escatologías… Hijo, es que te superas…

IV

El teléfono sonó. Era Katy, la secretaria. Eran las diez. Empezaba la consulta. La primera persona, Michel Cobo.

Hola doctor.

Juan le dirigió la mirada y asintió para que se sentara y diera comienzo su inmunda parrafada.

Tengo problemas con las mujeres.

Mira Juan, como tú, de esos torpes y capullos que no saben ni cazar.

Si no se preocupe, yo también los tengo…digo, lo siento, no es mi mejor día, señor Cobo.

Sabe, me dicen que soy un insensible. Mi madre también me lo decía ¿pero sabe cual era su solución? Pegarme con la zapatilla en el culo. Claro, eso me hacía más duro por dentro y por fuera (sobre todo el trasero) Cuando vosotros, los psicoanalistas decís que la infancia es muy determinante, creo que tenéis razón. El caso es que, ¿cómo tengo que tratar yo a una mujer?

Si la primera consulta se hizo larga, la última fue interminable. Además todos ellos con supuestos traumas infantiles que les habían imposibilitado tener relaciones satisfactorias con las personas. “Mi abuelo me dijo un día que no se me levantaría porque la tenía demasiado pequeña” “Mis hermanos me ahogaban y desde entonces me ducho en seco, peor creo que huelo un poco mal”

V

Al acabar la jornada, Juan se había decidido por fin por llamar a Zoe. No se acordaba bien de ella pero su desesperación lo llevó un positivismo creciente “Zoe, es que sólo el nombre es hermoso. Seguro que es una mujer cariñosa, dulce, con carisma y personalidad… “

Aunque sé que no me escuchas, te digo que va a ser un rotundo fracaso y no debes llamarla.

Hola. Soy Juan Torrego. Llamaba para…

Sé quien es, he reconocido su voz- dijo la mujer al otro lado del teléfono.

Juan se sintió algo turbado “¿Una mujer a la que he visto una vez en mi vida, me ha reconocido?”

Si te ha reconocido, seguro que es por los gallos.

Se desabrochó un poco el cuello de la blusa y continuó.

Como hombre mayor que soy, digo, joven, digo adulto, me gustaría que nos conociésemos, bueno, no sé si conocernos, pero al menos tomar un café.

Sería un placer conocerle Juan, me han hablado mucho de usted.

¿Hoy a las nueve y media en el café Bohemia?

Ahí estaré” “Vale, bien, gracias, digo, igualmente”

Juan colgó el teléfono como si de una de una serpiente se tratase. Su mirada se estancó mientras pensaba en lo extremadamente ridícula que había resultado aquella conversación. “¿Qué he hecho, voy a meter la pata?”

Si te lo he dicho ¿qué te crees? No has cambiado nada de nada.

Sólo le quedaba una hora para volver a casa, ducharse en condiciones y relajarse. “No puedo, no puedo, no puedo”

Por supuesto que no puedes Juan.

Juan se levantó heroicamente de la silla.

¡La conquistaré!- dijo en voz alta.

Pero qué patético que eres. Sí, patético, del griego pathos, impresionas por tus gilipolleces. Ni que fueras Tarzán.

VI

Juan tardó menos minutos de lo normal en llegar a casa. Su acicalamiento fue más preciso que nunca; ducha, cortaúñas, peine, plancha, troy para los zapatos, don algodón y un poco de sanex.

¿Ahora te sientes más hombre? Venga, ve a decírselo a tu mamá.

Le sobró algo de tiempo y decidió dirigirse antes al café. Dejó el coche lejos del centro para pasear por Granada. Aunque fuera verano y la ciudad estuviera atestada de turistas, la esencia de sus calles seguía siendo la misma (Gran vía, Trinidad, Bib-rambla…). Pequeños recuerdos afloraban en su mente como si de un jardín de petunias se tratase.

Al llegar al café Bohemia, se sentó en una de las sillas del final para contemplar toda esa decoración de la cultura del jazz y del cine. Pensó para sus adentros que, aunque el café tuviera algo especial por lo que llamarse Bohemia, realmente un antro. Pero un antro encantador.

¿Qué le pongo señor?

La camarera bruscamente lo sacó de su ensimismamiento y enseguida pensó:

“¿Qué pensará Zoe si me ve tomando ya una taza de café, pensará que he llegado temprano porque estoy obsesionado…?

Genio, es que lo estás, no sabes controlarte

Señor, ¿está usted bien?- preguntó la camarera arqueando levemente las cejas.

Sí, sí, póngame un vienés.

Estupendo señor.

Señorita, ¿cómo se llama?

Beatriz, señor.

Beatriz, póngamelo con mucha nata.

La muchacha sonrió.

Eso es un buen vienés

Ahora dándoselas de seguro, vaya cretino

VII

Hacía mucho tiempo desde última vez que Juan perdía la cuenta del tiempo, pero la perdió totalmente absorto en sus pensamientos. “La última vez que visité este lugar fue con Aire. Aquel día estaba preciosa. Llevaba ese vestido negro ancho desde la cintura y esos pendientes que mi madre le regaló. Le dije que me recordaba a Audrey Hepburn y se hecho a reír. Nerviosa me dijo que tenía que contarme algo. Con un poco de insistencia por fin me contó que íbamos a tener un niño. Lo llamaremos Adonis, hombre amado, dije apresurado. ¿Y si es niña? Me preguntó. Entonces, Cora, piedra pequeña”

El vienés se le estaba acabando, pensó en pedir otro, pero siguió esperando. Miró el reloj pero fue inútil, porque ya no recordaba la hora a la que había quedado.

¡Bah! Ni siquiera va a venir. Para variar, vas a quedar una vez más como el pringado que eres. ¿Lo recuerdas? De pequeño te llamaban así. ¡Juan es un pringado! ¡Juan es un pringado! Pringado, pringado, pringado…

VIII

Hola, estás muy guapo

Juan, estremeciéndose del susto, reparó en aquella belleza plantada a su lado.

Mm. Vienés, además un hombre con clase

Sí, sí, jeje, con mucha nata ¿Quieres uno?

Deja al menos que me siente a tu lado, encanto

Juan empezó a pensar que Zoe iba repleta de seguridad y, por supuesto de intenciones. Eso le dio algo de confianza en sí mismo, pero no sabía realmente qué hacer, reírse tímidamente como las mujeres rubias y tetonas de las películas americanas o actuar.

Sí, tú cree lo que te dice, verás como todo es más que una frívola mentira.

Juan colocó una silla a su lado y pidió otros dos cafés.

Bueno, Zoe y ¿a qué te dedicas?

Estoy preparando mi tesis. Pero no hablemos de cosas serias. Necesito despejarme, conocer gente nueva, conocerte.

Patraña, prataña, te dejará con los pantalones bajados y atado a un árbol, como lo hizo tu prima cuando eras pequeño”

Juan estaba cansado, su mente había dado demasiadas vueltas aquel día y no conseguía concentrarse. Quería que Zoe hablara y hablara, para así poder contemplar su ardiente sensualidad; su juvenil rostro, sus finas y cuidadas piernas, aquellos dientes perfectos que de vez en cuando brillaban a la tenue luz de la lámpara.

Pero quisiera saber más cosas de ti, está visto que soy el atrasado en la materia, ¿de qué va la tesis?

Una vez más te las das de seguro, serás imbécil

Bueno, te sorprenderá, o quizá no, pero estoy haciendo una tesis acerca de la Sexualidad Femenina

Sí, sí, está es de las que va a hacerte experimentos y luego a atarte a un árbol

Parece interesante, ¿y experimentas? digo, ¿investigas?…

Ves, lo sabía, o ella te mandaba directamente a tomar por culo, o tú la cagabas. La has cagado, cagado…

Zoe miró extrañada, pero no dejó de hablar.

No experimento exactamente, hago encuestas a diferentes generaciones.

Es lesbiana, es una gerontófila… te ha tocado una rara, y pronto te atará al árbol

Que exci…digo, interesante!

Sí, he descubierto cosas interesantes

Sin, duda, Juan, es una guarrilla”

Juan, agotado, después de tantos años sumido en el silencio, necesitaba estallar.

¿Quieres callarte de una puta vez? Me gusta esta mujer. Es extrovertida, que más da, no va a hacer experimentos conmigo, no me atará a un árbol, simplemente charlaremos y echaremos un buen polvo, ¡joder!

“¿Qué?, ¿me ves?, ¿me oyes?, después de tantos años insultándote, resulta que escuchas todo lo que digo…”

Los ojos de Juan no habían expresado jamás tanta ira.

¿Y por qué no te callas de una puta vez?

Zoe, totalmente horrorizada y iracunda, le atizó un puñetazo de tal calibre que Juan no despertó hasta el día siguiente en el hospital

IX

Juan nunca más sería estorbado por la personificación de su conciencia. Juan nunca volvería al mismo quiosco. Juan sería un poco más feliz.

3 comentarios:

Pablo Herrera dijo...

OHHHH!!!!! me ha encantado!

esta super bien definida la lucha entre Juan y su conciencia y el titulo de rehenes le pega a la perfección!!


:D me encanta!

es completamente genial Rosa!

Luna dijo...

Es genial. Ya tienes un estilo propio, y es un estilo brillante. ¡Quiero más!

Álvaro dijo...

Tienes mucho talento...me ha gustado mucho.