martes, 8 de julio de 2008

El pequeño desfile


Aquella mañana Alicia se despertó en el suelo. Trató de levantarse pero unas nauseas repentinas se apoderaron de ella y no pudo más que cerrar los ojos y encoger sus delgadas piernas. Al cerrar los ojos, pudo recordar que las nauseas también habían estado presentes en sus sueños. Trató de recordar algo más, mas su estómago vacío se lo impidió. Alicia es y siempre será una mujer irracional, una mujer que se alimenta de los sentimientos, de las emociones, de los instintos suyos y de los demás. Yo siempre le he dicho que su personalidad le llevará tanto al desquicio como a la felicidad, mas no hay nadie tan especial como ella.
Se levantó por fin y se dirigió al lavabo que tenía en su propia habitación, precisamente aquel lavabo que tan caprichosamente me pidió y le tuve que construir. Se lavó la cara y mientras se secaba no pudo evitar mirarse al espejo. Recordó entonces el comienzo de su noche de agitaciones oníricas. Cerró los ojos y volvió a sentir lo mismo que en aquel sueño. Caía y caía de forma ralentizada por una callejuela estrecha y vertical formada por una especie de aros radiantes. No fue capaz de alzar la cabeza para ver lo que le rodeaba, sin embargo, veía sus piernas alargadas siendo difuminadas por el brillo de los aros. La adrenalina empezó a extenderse por su cuerpo y sin darse cuenta cayó sobre una superficie viscosa y resbaladiza que abarcaba tal espacio que formaba a la vista un horizonte semejante al de la mar. Trató de caminar pero no pudo apenas despegarse del suelo. Se sentía totalmente consumida y no pudo más que dejar que por su mente vagaran algunos pensamientos difusos de su día a día. Con su pequeña parásito paseando por el puente de Praga (Pražský most), con su pequeña parásito de vacaciones en la pirámide o el museo de arte faraónico de El Cairo. Entre esos bonitos recuerdos se incrustaron como agujas los de su trabajo, a sus compañeras desfilando homogéneamente por las pasarelas y un sentimiento de horrible monotonía la inundó. Sin embargo fue entonces cuando en el horizonte se abrió un ojo conocido que pronto la hizo despertar: - Mami, mami, ha venido papi, quiere arreglarte el grifo del lavabo.

2 comentarios:

Pablo Herrera dijo...

No sé si lo he entendido bien pero es precioso *_*

Anónimo dijo...

Original y brillante...nose q tiene...pero me gusta.

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